Marxismo y lucha de clases
Fue publicado en los medios informativos ayer 29 de abril, bajo el título: Un
obispo alerta de que "el marxismo, la lucha de clases y el odio" llevan a la
"violencia". El núcleo de la enseñanza que intenta transmitir ese pastor” de la
Iglesia se expresa en las siguientes frases:
Si este mundo es azuzado por el marxismo, la lucha de clases y el odio, el
trabajo se convierte en una plataforma de lucha e incluso de violencia;
“marxismo, la lucha de clases y el odio” conducen a la “violencia”, por lo
que es urgente que en este mundo del trabajo entre de lleno el amor
cristiano”.
Leyendo este tipo de doctrina, por lo demás bastante asumida por el
autodenominado “Magisterio de la Iglesia”, se comprende por qué Jesús de Nazaret
llamaba a ese tipo de gente en su tiempo ciegos que guían a otros ciegos
(Mateo, 15:14). Este obispo confunde la enfermedad con sus síntomas y con el
diagnóstico de la misma. La enfermedad es la existencia de clases sociales
antagónicas, con explotación de los débiles por parte de los fuertes. La lucha de
clases y el odio que genera son síntomas de esa enfermedad; existen porque existe
la enfermedad, y el Marxismo es el diagnóstico de esa enfermedad y una propuesta
de remedio.
El Marxismo no inventó la enfermedad (la sociedad clasista) ni sus síntomas (la
lucha de clases y el odio). El Marxismo no aparece hasta la segunda mitad del siglo
XIX, y para entonces la humanidad ya llevaba muchos siglos, milenios… con lucha
de clases, guerras, odio entre los humanos El Marxismo no inventó todo eso, lo
descubrió, lo interpretó y se apresta a darle solución. En esa tarea el Marxismo está
en la línea de todos los esfuerzos anteriores que se hicieron en el mismo sentido.
Cito a continuación uno de esos intentos, que seguro conoce bien el Sr. Obispo:
El que escucha mis palabras y no las practica puede compararse a un
hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se
precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta
se derrumbó, y su ruina fue grande”. (Mateo, 7:26-27).
La sociedad clasista del Imperio Romano, en cuyo contexto se impartió esa
enseñanza de Jesús de Nazaret, estaba edificada sobre arena: se había desarrollado
a base de guerras de conquista, explotación de pueblos sometidos, esclavismo,
elitismo de las clases altas estaba destinada a derrumbarse y se hundió según
había pronosticado el Maestro de Nazaret. Y lo mismo ocurrió con otras sociedades
clasistas que vinieron a continuación. El feudalismo que se basaba en la supremacía
de la clase terrateniente y su explotación de los siervos de la gleba tuvo también su
ruina, cuyo hito más notable fue la Revolución Francesa. Era, ella también, una
casa edificada sobre arena.
Y ahora tenemos la sociedad burguesa, capitalista. ¿Tiene ésta un fundamento
mejor? Veamos: está basada en el poder del dinero y el privilegio de sus
poseedores frente a quien no tiene más recurso que su trabajo. La desigualdad
social en este sistema produce desequilibrios que generan grandes convulsiones
sociales: países en bancarrota, imperialismo en zonas subdesarrolladas del planeta
que generan emigraciones masivas que son rechazadas con criterios racistas en el
mundo desarrollado que se beneficia de la rapiña imperialista. Todo esto se
produce con un telón de fondo de desigualdad de género que somete a la mitad
femenina de la población a la supremacía masculina.
Y no faltan integrismos religiosos que enmascaran los problemas sociales con
fanatismos que no tienen otra finalidad que apartar a las masas populares de la
lucha por su liberación. La Iglesia a la que pertenece el obispo cuyo artículo
comentamos nos impone una jerarquía compuesta de personas como él, que no
fueron elegidas por las comunidades que pretenden dirigir. Una jerarquía que,
además, no fue instituida por Jesús de Nazaret y que bendijo las pasadas sociedades
clasistas, la esclavista del Imperio Romano, la feudal, y ahora la burguesa
capitalista. La doctrina que imparte el obispo de Córdoba pretendiendo condenar el
Marxismo y la Lucha de Clases, en realidad, forma parte de la lucha de clases, es
algo que se hace a favor de las clases dominantes y el mantenimiento de esta
sociedad edificada sobre arena.
El Marxismo, y la Teología de la Liberación que asume sus enseñanzas, aportan el
mensaje de que la liberación de los oprimidos sólo puede ser obra de ellos mismos.
Les enseña quién y cómo los explotan. Su lucha desatará la represión de los
dominadores: …os perseguirán como me persiguieron a mi. (Juan, 15:20). Pero
la finalidad ha de ser conseguir esa sociedad sin clases, sin explotación del hombre
por el hombre, donde reine la justicia y la igualdad entre los seres humanos, el
Comunismo…, una sociedad edificada sobre roca.
El que escucha mis palabras y las pone en práctica puede compararse a
un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se
precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero
ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca. (Mateo, 7:24-
25)
Cuando se llegue a esa meta, eso no será la culminación de la historia humana, se
el fin de la prehistoria y el comienzo de la verdadera historia humana, como
señalaron Karl Marx y Friedrich Engels, los iniciadores del Marxismo.
Faustino Castaño. 30 de abril - 2021